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Ricardo Senabre: “El lenguaje en la literatura de hoy aparece con descuidos más frecuentes que en otras épocas”

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Ricardo Senabre, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, ha impartido dos conferencias magistrales en la Universidad de Extremadura con motivo de los 40 años de la institución académica. La primera de ellas, dirigida especialmente a los estudiantes de Filología Hispánica, trató sobre El lenguaje en la literatura de hoy. La segunda, abierta a toda la sociedad, se celebró en el centro de la ciudad de Cáceres, en la sede del Instituto de Lenguas Modernas, y abordó aspectos de la obra de El Quijote que en su opinión, no habían sido tratados hasta ahora.

Ricardo Senabre, creador y fundador de la actual Facultad de Filosofía y Letras, fue su primer decano. Su trabajo ha sido reconocido con la Medalla de Extremadura en 1986 y la Encomienda de Alfonso X El Sabio. Forma parte del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En su trayectoria, no ha obviado ningún género literario, aunque ha predominado la narrativa. En la actualidad, ejerce como crítico literario en diarios como ABC, La Razón y El Cultural de El Mundo.

Pregunta. ¿Cómo se encuentra el lenguaje en la literatura de hoy? ¿Y en el periodismo?

Respuesta. Aparece un lenguaje con descuidos mucho más frecuentes y habituales que en otras épocas. Llegan con malas traducciones, por ignorancia de las personas que tienen a su disposición periódicos o micrófonos a través de los que transmiten los malos usos por ignorancia. Los medios de comunicación provocan que estos vicios y errores se multipliquen hasta extremos impensables hace siglos, con hablantes más indefensos.

P. En su opinión, la tendencia a la economía de palabras con la irrupción de las nuevas tecnologías, como las redes sociales y los móviles ¿ha llegado a la literatura y la ha perjudicado?

R. No, la literatura no se ve aún dañada por eso de un modo decisivo. La perjudica que los autores no tengan capacidad suficiente para crear, porque la literatura es siempre una creación de un mundo ficticio que no tiene más consistencia que la que le da el lenguaje.

Tampoco es tan fácil. Si ahora echamos la vista atrás, ¿cuántos grandes novelistas había en el siglo XIX? Pues Galdós, Pardo Bazán y poco más. Existían muchos, pero ¿cuántos recuerdan en la actualidad a esa enorme cantidad de escritores folletinescos o de novelas históricas? Nadie. En el día de mañana pasará lo mismo con los escritores de hoy. Hay un momento de explosión pero no va a durar toda la vida. El tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio.

P. En general, ya no sólo hablando de escritores, ¿en nuestros días se habla y se escribe mejor o peor que en otras épocas?

R. Siempre hay erosiones al uso y a la gramática en todas las lenguas. Forman parte de la evolución de la lengua. Hoy, esas erosiones tienen una procedencia más clara y una difusión más rápida.

Por ejemplo, cuando un neologismo se inserta en una lengua porque no tiene otra palabra para designar el concepto me parece muy bien. Sin embargo, se utiliza “el partido empieza en diez minutos” cuando lo correcto es “empezará dentro de diez minutos”. No lo empleamos porque sea más corto si usamos por otro lado culpabilizar en vez de culpar y climatología en lugar de clima.

No vamos a la brevedad. Creemos que se dice así porque lo hemos importado del inglés. El poder dominante del inglés es hoy de mayor magnitud que lo que fue el francés en el siglo XVIII.

Sin embargo, existen en el lenguaje mecanismos de expulsión de elementos ajenos. Hoy, creo que esos mecanismos están más debilitados porque, se introducen tan rápidamente y por tantos medios diferentes, que es más fácil que anclen en el lenguaje y perduren.

P. ¿Dónde estaría el origen del problema? ¿En los medios de comunicación o también en la educación?

R. La educación es básica. Se han suprimido en la educación elemental de los primeros años los dictados, los ejercicios del lenguaje… Cuando yo estudiaba el ingreso de Bachillerato se hacían todos los días dictados, me obligaban a leer en voz alta textos en prosa y verso, me corregían si leía mal los versos y no hacías las pausas adecuadas… Todo eso ha desaparecido.

Dar consistencia al uso de la lengua acaba haciendo de uno su admirador, porque realmente el mejor invento del ser humano es el lenguaje y cada uno tiene que estar orgulloso del suyo, el que sea. Cada lengua es una maravilla como creación y conlleva defenderla, intentar no dañarla, enriquecerla si está en su mano… Esa conciencia que antes tenían los niños, con esa dedicación de una parte de la enseñanza a ejercicios del lenguaje y la lectura en voz alta, ha desaparecido. ¿Por qué? ¿Qué estúpido con el título de pedagogo ha decidido que eso no es útil y que las normas ortográficas son represoras y hay que eliminarlas?

P. A la universidad, ¿cómo hemos llegado?

R. A la universidad llegan los que han tenido esa formación o mejor, esa falta de formación. Recuerdo que todos los que estudiaron conmigo, sin saber normas ortográficas, leían algo y si había un error les hacían chiribitas los ojos. Ahora uno pasa por una falta de ortografía y no le suena, no le parece raro porque no está acostumbrado a leer ni a apreciar lo que está leyendo. Ese hábito ha desaparecido.

La exigencia ha disminuido. Los estudiantes a los que antes les daba vergüenza decir “he cometido cinco faltas en esta hoja”, ahora no lo ven relevante porque se les ha educado en la idea de que no tiene importancia. Se da más relevancia al contenido. Habrá que contestar en las pruebas como debe ser, en el lenguaje en el que me lo están preguntando.

P. Para fomentar la lectura entre universitarios, ¿qué aconsejaría?

R. El fomento de la lectura empieza en la familia. Se acostumbra uno a leer como se acostumbra uno a hablar, imitando. Si un niño crece en una familia en la que los padres leen, los niños aunque sean por imitación cogerán un libro e intentarán leer. Si no ven ese ejemplo en la primera infancia, cuando empiezan a moderar el temperamento y las aficiones, será difícil que adopten este hábito.

La universidad no es un lugar de educación, la educación es para los niños pequeños. La universidad puede aumentar los conocimientos, encauzar, orientar… La inclinación a la lectura y no rechazarla como si fuera una especie de pecado empieza en la familia.

P. Por último, ¿cómo definiría a la literatura fuera de convencionalismos?

R. La literatura es un medio de comunicación formidable que nos permite conocer vidas, historias, sueños de personas que vivieron en otras épocas, lugares… Nos concede la posibilidad de contestar, aunque sea mentalmente, e incluso anotar y entablar un diálogo con Homero, alguien que escribió en el siglo octavo antes de Cristo.

Las redes sociales no pueden conseguirlo. Ayudan a hablar con miles de personas ahora, pero no con nadie del siglo XVIII.

La literatura es un medio para el que las fronteras del tiempo y el espacio se han borrado. ¿Puede haber algo más extraordinario? Yo puedo entablar un conocimiento de personajes e historias que habrán ocurrido o no, me da igual. Si están ahí y yo me conmuevo y me hago solidario con ellas, me da igual si se han vivido. Mi mundo de conocimientos se amplía con personas de épocas y lenguajes muy diferentes, de civilizaciones distintas. No tiene límites.

Si la literatura no aspira a tener un valor por encima del tiempo y el espacio para conmover, divertir, para que el lector sueñe con aquello que lee y le transporta a otro mundo, entonces no es nada.