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IN MEMORIAN a Daniel Serrano

Daniel nos ha dado la última lección y se ha ido sigilosamente, con la bata blanca quitada, sin molestar.

Nacido en 1924, en Malpartida de Plasencia, con vocación de médico, carrera que no pudo estudiar por circunstancias económicas familiares. Se licencia en Matemáticas y ejerce, incluso antes de terminar los estudios, de meteorólogo. Obtiene la cátedra de Instituto, con primer destino en Ponferrada, hasta que en 1960 llega a Cáceres para impartir enseñanzas en el Instituto El Brocense. En 1963 es nombrado Catedrático de la Escuela Normal de Cáceres.

Tuve la fortuna de ser alumno suyo en el primer curso que impartió en El Brocense, en el antiguo Instituto, en sexto de bachillerato. Desde el primer día imprimió carácter a la enseñanza de las matemáticas. Profesor riguroso, serio, concienzudo, supo dejar tras de si una estela de estudiantes que le siguieron en las enseñanzas matemáticas y que forman o han formado parte del mismo claustro que el dirigió en alguna etapa. Algunos fuimos por otros derroteros, pero siempre amando las matemáticas que él nos enseñó.

Pero para él esto no era suficiente. Amaba a su tierra y sabía que había mucho que hacer para sacarla adelante. Y aparece en la vida política, primero como diputado provincial y después como Presidente durante un corto, pero fructífero, periodo del que quiero destacar la adquisición de la finca Haza de la Concepción, en el término municipal de su pueblo, Malpartida de Plasencia. Esta finca ha supuesto, desde inicio de los años setenta, un pilar fundamental para el desarrollo del sector agroganadero de la provincia. De allí se han abastecido los ganaderos de la provincia de un ganado selecto, premiado en todos aquellos concursos en los que ha participado. Y es que siempre tuvo claro cuales eran los derroteros por los que la provincia de Cáceres podría tener futuro.

En 1973 se crea la Universidad de Extremadura, con dos semidistritos, en Badajoz los estudios de Ciencias y en Cáceres las Humanidades. Repicaron las campanas, pero a Daniel le debió quedar alguna insatisfacción. No sabemos como fluyen las ideas en su cabeza, pero a partir del día de publicación del Decreto fundacional, no debió de parar en darle vueltas al mismo. Estaba claro que esa diferenciación de titulaciones jugaba en contra de su Provincia y seguro que entendió que había que corregirlo. ¡Y vamos que lo consiguió!.

En septiembre de 1975 me llamaba para saber si estaba dispuesto a formar parte del primer claustro de la Escuela De Obras Públicas de la Universidad de Extremadura. Sólo ofrecía trabajo e ilusión, de dinero, ya veríamos. Después he pensado lo que habría tenido que trabajar para llegar a aquel momento; cuantos cuchillos afilados, cuantos portazos, cuantas intransigencias.

En octubre comenzaron las clases en aulas prestadas por la Facultad de Filosofía y Letras. Con un claustro de profesores al que exigió esfuerzos que permitiesen un desarrollo normal del primer curso, que se suponía clave para el futuro de la titulación. Sin dotación económica, con promesas de las entidades públicas de que se harían cargo de los sueldos de los profesores, pero cargados de la ilusión que él nos manifestaba, salimos adelante. Pero estábamos creciendo y necesitábamos espacio vital para desarrollar con eficacia las enseñanzas; había necesidad de más espacio. Y solo a él se le habría ocurrido pensar en la Casa Grande, un edificio en la calle Pizarro que reunía las condiciones ideales para lo que la titulación de Obras Públicas requería, a la vez ponía en marcha la de Arquitectura Técnica y elaboraba la Memoria para el Ministerio de Educación, que conduce a la implantación en Cáceres de los estudios de Veterinaria. Tuve la fortuna de acompañarle en, quizás, la última de las entrevistas que Daniel tuvo con las propietarias del edificio. De allí salí sabiendo que había resuelto otro escollo más en el futuro de la Escuela.

Pero era insaciable. Aparecía una titulación novedosa a nivel universitario, la de Ingeniero Técnico en Informática, y pensó que a Cáceres le vendría bien y lo consiguió, para lo que hubo que ocupar el antiguo edificio de Correos, muy cercano a la Casa Grande.

En 1.989 Daniel se jubila y la Escuela se traslada al nuevo edificio construido en el Campus Universitario y que había sido gestionado por él como último capítulo de su contribución a la Universidad a Extremadura y a Cáceres. Ya entonces la Escuela Politécnica era el Centro de la UEX que más alumnos tenía matriculados, y con más titulaciones; así se comienzan a impartir: Ingeniero Informático, de Telecomunicaciones, en Geodesia y Topografía y Diplomado en Estadística. Toda una gran obra realizada por un gran hombre.

No dejó la enseñanza y durante varios años más continuó de profesor Emérito.

Hasta aquí el relato resumido de una vida entera dedicada a la enseñanza y a buscar el progreso de la Ciudad de Cáceres y de su Provincia y, porqué no, de su Región.

Me gustaría hacer una última reflexión: ¿Que habría sido de Cáceres sin la Escuela Politécnica? En una población que en los años 80-90 disponía de alrededor de 75.000 habitantes, tener un centro con más de 5.000 estudiantes debió tener su transcendencia económica y social. Posibilitar que cientos de cacereños y no cacereños pudiesen estudiar titulaciones de las más demandadas por la sociedad en aquellos momentos, supuso otro hito histórico del que disfrutan hoy esos hombres y mujeres, extremeños o no, que difunden, con su trabajo, las excelencias de los estudios que recibieron.

A Daniel sólo se lo reconocimos en vida los que andábamos a su alrededor.

La Ciudad de Cáceres y la Provincia de Cáceres aún le debe el reconocimiento que se merece. Cuantos otros, con menos bagaje, disponen de títulos honoríficos y figuran en el callejero de la Ciudad.

Daniel se ha ido en silencio. Pero nosotros debemos gritar alto y fuerte que se ha ido uno de los hombres importantes de esta Ciudad, de esta Provincia y de esta Región.

Alfonso Canal Macías