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Aula Magna 14

LA FORTIFICACIÓN MODERNA DE BADAJOZ (I)



  • Álvaro Meléndez Teodoro

 
      La ciudad de Badajoz se asienta en un estratégico lugar que ha marcado, hasta tiempos bien recientes, su historia, su desarrollo y el devenir de sus gentes.

      Los puntos determinantes de su condición militar vienen marcados fundamentalmente por su geografía: El río que proporciona agua, pesca, caza y agricultura. Los vados estacionales de enorme amplitud, desde el vado del Moro –aguas debajo de Badajoz- al del Mayordomo hay cerca de cuatro kilómetros, que permiten atravesar este obstáculo natural a gran cantidad de personal y material en muy poco tiempo. Las alturas, cerro de la Muela y cerro de Orinaza, que dominan estos vados y controlan gran cantidad de terreno.

      El control de la curva del río que cubre un importante espacio de expansión para el reino vecino, una vez saltado el Guadiana no hay lugar con posibilidades suficientes para establecer una fortificación que impida el acceso hasta el corazón de la península o hacia el sur hasta Sierra Morena y los pasos a Córdoba y Sevilla.

      El fácil acceso desde aquí a las grandes vías antiguas que de este a oeste se dirigen a Lisboa y que de norte a sur constituyen la importante “Vía de la Plata”. Y así seguiríamos mencionando elementos que hacen de Badajoz un enclave decisivo para su ocupación militar y comercial.

      Estas condiciones permitieron el asentamiento de comunidades en épocas muy antiguas y su mantenimiento en estos valles y cerros en época romana y visigoda; villas de la Cocosa y de las Tomas, la necrópolis de la Picuriña y restos paleolíticos del Lobo o Santa Engracia.

      Estas comunicaciones se servían de las condiciones anteriormente citadas para su desarrollo aunque sin constituir, que sepamos por el momento, una ciudad en sentido estricto.


VISTA AÉREA DE LA CIUDAD DE BADAJOZ

LAS PRIMERAS DEFENSAS DE BADAJOZ


      La historiografía sitúa el nacimiento de la ciudad de Badajoz hacia el año 875. Fue Ibn Marwan su fundador tras los acuerdos con el emir de Córdoba que permitieron poner fin al conflicto que mantenían. En un primer momento se estableció en lo alto del cerro llamado de la Muela y allí se construyó la primera muralla de la recién nacida ciudad.

      Las investigaciones del profesor Fernando Valdés nos han permitido conocer algo de esta primitiva cerca de la que se han encontrado restos en las excavaciones efectuadas en la Alcazaba o formando parte de la muralla que ha llegado a nuestros días.

      Sin entrar en consideraciones detalladas, que son objetos de atención por personal especializado, podemos señalar que la muralla que ahora vemos se data en el siglo XII, construcción almohade, con añadidos de la época cristiana medieval, siglos XIII y XIV. Es indudable que a esta cerca la acompañaba otra que protegía la ciudad, ya que la Alcazaba estaba destinada para acoger fundamentalmente al gobernante de la ciudad, y del reino en su caso, con sus allegados y tropas.

      Casi nada sabemos de la traza de esta cerca urbana, apenas ligeras menciones de documentos de la época. Tampoco la arqueología ha permitido, hasta el momento, encontrar vestigios físicos de su trazado. Únicamente el estudio y la observación nos permiten especular con detalles del urbanismo de Badajoz; por ejemplo, podemos señalar el trazado de las calles Morales, Soto Mancera y Concepción o San Agustín, Arias Montano y Bravo Murillo que transversalmente recorren Badajoz de río a río y acompañarlos de preguntas.

      Podemos estudiar la confluencia de calles en determinados lugares relacionados con este trazado, por ejemplo en la zona de Pajaritos con las calles Suárez de Figueroa, San Atón, Morales y Porrina; en la zona del Rastro, calles Soto Mancera, Encarnación, Moreno Zancudo, Brocense y Concepción, y al final de ésta donde se unen Eugenio Hermoso con Campillo, etcétera. Podemos estudiar las viejas toponimias como la de la calle Concepción que aparece en documentos de los siglos XV y XVI como calle que va de las Carnicerías al portillo.

      En fin, sabemos por la historia que en la conflictiva Edad Media la ciudad se protegía por una muralla que en algún momento es denominada “cerca vieja” y posterior a ella tenemos la descripción del canónigo Rodrigo Dosma, hacia 1580, de una ciudad con una muralla pentagonal que encerraba la ciudad y la fortaleza de la Alcazaba.

      Pero todo esto son meras especulaciones intelectuales, sin constatación física alguna, o documento irrefutable, que nos permita situar acertadamente las diversas murallas de las que, indudablemente, la ciudad se fue rodeando en su desarrollo urbanístico.



LA FORTALEZA MODERNA


      La fortificación de Badajoz que nos caracteriza y mejor se conserva, amén de la Alcazaba, responde al sistema abaluartado. El sistema abaluartado, o “a la moderna”, responde a la evolución de la muralla y la torre medieval frente al progreso de la artillería.

      La muralla medieval nos permite establecer en sus adarves armas de fuego que necesitan amplio espacio para su manejo y, por otra parte, no presentan resistencia suficiente al impacto de proyectiles que rompiendo las defensas en su parte baja posibilitan la apertura de amplias brechas de acceso al interior de una fortaleza o ciudad.

      Además, el alcance de estas nuevas armas hace vulnerable desde larga distancia, permitiendo una corrección cómoda del tiro, a los sobresalientes elementos defensivos del medioevo. Ante estos problemas, la solución está en la corrección de inconvenientes:

      Las murallas se “hunden” en la tierra para ocultarse y presentar menor blanco- aparece el foso. Las torres se “aplastan”, ensanchándose, para permitir que se puedan asentar piezas de artilleras y elementos defensivos de complicado manejo –aparece el baluarte. Los muros se refuerzan para “engrosar”, presentando más resistencia y permitiendo el movimiento de piezas artilleras, materiales pesados, municiones y gran cantidad de personal a lo largo de todo el perímetro defensivo de una manera cómoda, rápida y eficaz, y aparecen los terraple-
nes.

      El alcance de las nuevas armas de fuego implica establecer elementos defensivos “avanzados” que impidan un fuego eficaz y una correcta corrección de tiro por lo que aparecen los revellines, caminos cubiertos y fuertes exteriores.

      Basta con estas consideraciones para conocer de manera muy resumida los progresos y modificaciones que la fortificación abaluartada supone frente a la medieval.