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Aula Magna 4

NUESTRAS GUERRAS ROMÁNTICAS

Las campañas exteriores españolas en el siglo XIX


  • María de las Nieves Sáinz Domínguez



      En el primer cuarto del siglo XIX, España, después de perder la mayor parte de sus colonias americanas, parecía destinada a ser borrada de la escena política internacional. Sin embargo, antes del desastre final de 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas y la venta de las islas Carolinas y Marianas al imperio alemán, nuestro país, gran potencia en decadencia, llevó a cabo diversas acciones militares en el exterior tan sorprendentes como inesperadas.

      Algunos historiadores denominan a estas gestas “guerras románticas”, porque se organizaron en defensa del honor de nuestra patria, el apoyo al Papa, la seguridad de los emigrados españoles y la vida de nuestros misioneros. Generaron costos a España en dinero y vidas humanas. Supusieron, en general, poco o ningún beneficio económico o territorial y tuvieron lugar en el periodo que va de 1849 a 1868. Se desarrollaron en Europa, Asia, África y América: Italia, Indochina, Tetuán, Méjico, república Dominicana, Perú, Ecuador y Chile. Vamos a recordar algunas de las más curiosas:


ITALIA, 1849.


      En aquel entonces,la península,que no había alcanzado la unidad nacional,aparecía fragmentada en diferentes estados, entre ellos los Pontificios, que tenían como soberano al papa Pio IX. Un clima de efervescencia patriótica y revolucionaria en pro de la unificación nacional reinaba entre los italianos, y entre otros sucesos, el reino de Piamonte-Cerdeña declaró la guerra al Imperio Austriaco, que dominaba parte del norte de la Italia actual. El movimiento revolucionario romano instó al Papa a unirse a esta lucha, a lo que Pío IX, pese a su simpatía por la causa italiana,se negó.

      Como consecuencia de esta negativa, se rompió la tregua entre los revolucionarios y el Papa, que, ante lo insostenible de la situación,se vio forzado a huir a Gaeta, en Nápoles, el 24 de noviembre, sin poder impedir que se proclamase la República Romana.

      Por iniciativa de España se celebró en Gaeta una conferencia de potencias católicas: Francia, Austria, España y Nápoles. El Gobierno español decidió enviar y envió un cuerpo expedicionario que desembarcó en Terracina, y avanzó luchando hacia los Estados Pontificios. Mientras los españoles esperaban la llegada del general Zavala con refuerzos para atacar Roma, las tropas francesas se adelantaron y llegaron a ésta ciudad antes que las españolas, llevándose todos los honores. El 12 de abril de 1850 el Papa regresó a Roma, fue abolida la efímera república y las tropas españolas, sin ningún beneficio honorífico ni material, regresaron a España.


1858: LA EXPEDICIÓN FRANCO-ESPAÑOLA A COCHINCHINA.


      Desde 1787, Francia, que con la firma de un tratado con el emperador de Annam tenía algunos derechos en Cochinchina, al sur del actual Vietnam, deseaba conseguir más beneficios comerciales y territoriales.

      Por eso, aprovechó como excusa el arresto y ejecución del obispo misionero español José María Díaz Sanjurjo en 1858 para intervenir militarmente en aquella zona “para evitar que
hechos semejantes volvieran a repetirse”.

      El embajador francés en Madrid solicitó al gobierno de España la cooperación de mil o dos mil hombres del Ejército de Filipinas, que se unirían a las tropas francesas al mando del almirante francés; la petición fue aceptada gustosamente por España, que, sin embargo, olvidó puntualizar los términos de la cooperación y los beneficios que en todo caso cabría obtener.

      Las fuerzas conjuntas hispano-francesas luchan en Turana, Saigon y Vin-Lon desde finales de agosto de 1858 hasta marzo de 1862 conquistando todo el territorio comprendido entre Saigón y Annam; ante esta situación, el emperador decidió pedir el cese de hostilidades y cedió la zona ocupada a Francia mediante un tratado que fue ratificado en abril de 1862. España no sacó ningún beneficio de él, y las tropas españolas volvieron a Filipinas.


MÉJICO, 1861

 
      En 1861, el congreso de Méjico decretó la suspensión de las deudas contraídas con potencias extranjeras. Como consecuencia de ello, Inglaterra, Francia y España, que resultaron afectadas, se aliaron para reclamar con las armas el pago de las mismas y terminar con la anárquica situación del país.
REPUBLICA DOMINICANA,1861 - 1865

      Los españoles llegaron en diciembre de 1861, y un mes más tarde, los franceses e ingleses comenzaron las hostilidades y los mejicanos, después de perder San Juan de Ulua y Veracruz, iniciaron negociaciones en Orizaba, firmando con los europeos en febrero de 1862 los acuerdos de La Soledad, que daban satisfacción a los reclamantes e incluían la pronta retirada de las tropas extranjeras.

      Inglaterra fue el primer país en retirar sus tropas, pero Francia, que pretendía imponer al archiduque Maximiliano de Austria como emperador de Méjico, no puso fecha a su retirada; por ello, el general Prim, que estaba en desacuerdo con las pretensiones francesas, reembarcó las tropas españolas y volvió a Cuba en abril de 1862, quedando en Méjico tan sólo los franceses, incumpliendo descaradamente lo estipulado en La Soledad.


REPÚBLICA DOMINICANA, 1861-1865


      En Febrero de 1844, los habitantes de la parte oriental de la Isla de la Española se libraron del dominio de Haití y proclamaron la República Dominicana. Sin embargo, el miedo permanente hacia sus vecinos haitianos hizo que los gobiernos dominicanos intentaran por cuatro veces reintegrarse a la corona Española.

      Al fin, en 1861, el presidente dominicano Santana, que había solicitado al gobierno de Isabel II la reintegración del país a España a través del capitán general de Cuba, proclamó el 18 de marzo de 1861 la reintegración, que fue firmada por la reina Isabel II el 19 de mayo del mismo año. Un mes antes, el 8 de abril, habían llegado a la isla las primeras tropas españolas: un batallón procedente de Puerto Rico, y, a los pocos días, otros dos desde Cuba.

      Todo parecía augurar alegría, entusiasmo y seguridad a los isleños, pero poco a poco, sin embargo, fue apareciendo en una parte importante de la población dominicana un sentimiento progresivo de frustación y desencanto que acabo en revuelta contra España, pues en realidad el pueblo no había tomado parte en la decisión ni obtenido beneficios relevantes con la medida; existían muchos intereses personales entre los dirigentes dominicanos para beneficiase de los acuerdos, y el mismo Santana, que había negociado él ser nombrado Virrey de las Antillas con un sueldo muy elevado y un titulo nobiliario, se tuvo que conformar con el de capitán general. Finalmente, en 1865, cuatro años después de la unión, España, cansada de luchar contra la guerrilla y las enfermedades tropicales, tuvo que aceptar la separación definitiva.