Acciones de Documento

Aula Magna 8

THÁNATOS: NUESTRO DESAGRADABLE COMPAÑERO DE VIAJE




A. Valenciano Melero
Psicólogo Clínico

      En la mitología griega Thánatos es la personificación de la muerte; es quién nos conducirá al Hades, la morada de los muertos. Propongo que reflexionemos sobre este viaje, a sabiendas que reflexionar sobre la muerte, o dicho con más precisión, sobre la propia muerte, no es tarea agradable, quizás por eso no se han planteado, al menos que yo sepa, estudios serios encaminados a conocer cuales son las inquietudes que sentimos los seres humanos ante nuestra muerte, la propia. Nos servimos de infinidad de artimañas para no ponernos frente a su cruda realidad, tal es así que vivimos como si la muerte propia no tuviera existencia real, sabemos que la muerte está ahí, pero es algo que afecta a los otros, no a mí. Vemos todos los días como la gente muere a nuestro alrededor y van desapareciendo del panorama que compartimos; pero quienes se van son ellos, nosotros continuamos, y no nos queremos meter en más disquisiciones. Para quitarle hierro empleamos eufemismos o urdimos estrategias que diluyan la angustia que se origina en la contemplación de nuestro paso al no-ser. Las religiones por un lado y algunas corrientes más o menos científicas por otro, proponen soluciones de emergencia para evitar esta angustia: un más allá donde la conciencia de mí mismo sigue existiendo. Podemos admitir que nuestro cuerpo desaparezca, pero nos angustia que también pueda desaparecer el “darme cuenta de” cómo último reducto del “yo soy”.



      Morir es una parte del vivir; o en otro modo, la vida lleva implícita la muerte, por tanto la vida sólo conduce a la muerte. Esta certeza nos desconcierta y hasta donde nos es posible la negamos; así, nos apetece creer que la muerte es una consecuencia de algo, de aquí que preguntemos: ¿de qué ha muerto?, porque mientras podamos atribuir la muerte a una causa tangible y comprensible nos parece que podemos vencer esa causa, y por consiguiente eludir la muerte. Pero ítem más; para determinadas concepciones científicas,l a muerte en sí es considerada como una enfermedad que puede ser vencida, y esto nos gratifica, mitiga la angustia nos da esperanza aún cuando sepamos que el remedio, de haberlo, es probable que no nos alcance en nuestros días. En consecuencia, la proyección de la muerte hacia el exterior de nosotros indica que no se la reconoce como una realidad endógena, intrínseca; buscamos hacerla un fenómeno accidental y fortuito que es posible soslayar.

      El terror que produce la percepción de la propia muerte se ha podido comprobar en animales próximos a nosotros (y no tan próximos) en la cadena filogenética; pero, ¿qué sucede en el humano? La compleja organización mental del ser humano, dota a este de una serie de mecanismos con capacidad para paliar la formación de la respuesta de terror ante la percepción de su muerte o la ajena, mediante la formación de diversas actitudes. Valga como ejemplo la catalogación que hace de ellas J. L. López Aranguren, aún cuando no sean todas: muerte eludida, muerte negada, muerte apropiada, muerte buscada y muerte absurda. No es momento ni hay espacio para que nos detengamos en cada una de estas actitudes, baste con señalar que forman parte de los mencionados mecanismos de adaptación cuya función es proteger al individuo de respuestas psicoemocionales desorganizadas, e incluso propician la promoción de conductas que cuentan con aprecio social, como aquellas que predican valor, dignidad, entereza, etc., frente a la muerte.

      Indudablemente, si la idea insoportable de nuestro fin se hace recurrente e insidiosa, resultamos sometidos a un estrés sin fin al no resolverse la causa que lo produce. Hans Selye dijo del estrés al finalizar el simposio celebrado en Monte-Carlo (noviembre de 1979), que: “si no aprendemos a dominarlo, estaremos abocados al fracaso, a la enfermedad y a la muerte”. Afirmación severa pero realista. Pero el estrés psícológico, primer paso en muchos desajustes psíquicos y somáticos, no nace de los hechos objetivos, si no de los subjetivos; es decir, de cómo el sujeto percibe y comprende (hecho subjetivo) la realidad (hecho objetivo). El Prof. Selye propone un código de comportamiento antiestrés que obtiene de las leyes de la naturaleza: una buena filosofía de la vida para eliminar el mal estrés.

      Generalizar en lo humano siempre es arriesgado; adviértase que la reacción particular de un individuo frente a un determinado suceso, viene determinada por la combinación de múltiples y variados factores internos y externos. Si fuésemos capaces de identificar todos los factores intervinientes y los sometiésemos a las leyes de la combinatoria, para un mismo suceso podríamos decir que en el conjunto humano el número de respuestas sería casi infinito. Pues esto es lo que tenemos en el origen de las patologías que en última instancia modulan el comportamiento. No obstante necesitamos hacer generalizaciones.

      La representación mental de la muerte no es igual en todas las etapas de la vida ni en todos los individuos, ni por supuesto la respuesta que origina; pero si es claro que, en la propia casuistica podemos encontrar depresiones que funcionan bajo el título de “depresión involutiva”, donde la sospecha que pudiera ser ocasionada por desajustes de la bioquímica cerebral debido a los procesos involutivos orgánicos no tiene por qué ser descartada,pero que en su base se ha encontrado el denominado síndrome de indefensión aprendida, que no es más que el resultado de estar sometido a una agresión para la que no hay escape.

      Ya hemos visto que de manera espontánea surgen estrategias suavizadoras; pero, ¿qué hacer con aquellos o con nosotros mismos, si la forma espontánea no funciona? Pues simplemente inducirlas aplicando el código antiestrés de Hans Selye. Podría ser de este modo: a) establecer la comprensión del fenómeno de la muerte con la suficiente profundidad para llegar a, b) la aceptación incondicional, hasta lograr, c) la adaptación.

      No olvidemos que el Prof. Selye, padre del Síndrome General de Adaptación, habla de una buena filosofía de vida para eliminar el estrés; apliquémosla y llenemos nuestras vidas de Eros más que de Thánatos.