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Aula Magna 8

EL ENVEJECIMIENTO DE LA POBLACIÓN EN EUROPA



  • Vladimir Spidla
Comisario Europeo de Empleo,
Asuntos Sociales e Igualdad de Oportunidades

Cómo afronta Europa su futuro demográfico


      La transformación demográfica es uno de los cambios sociales más importantes a día de hoy en la Unión Europea y surge como resultado de la mejora de la calidad de vida y de la libertad que hoy día disfrutamos los europeos. Aún así, a medida que se aproxima la edad de jubilación correspondiente a los coetáneos que nacieron como resultado de la explosión demográfica y se tienen en cuenta los efectos económicos y sociales que ello supone, se plantean una serie de cuestiones básicas en lo que a los dos extremos de la pirámide de edad concierne. Es necesario promover la renovación demográfica e invertir en juventud, pero también lo es garantizar un envejecimiento saludable durante el mayor tiempo posible y que las personas mayores más vulnerables disfruten de una vida digna. La transformación demográfica debe ser una tarea y un compromiso de todos.

Nuestro futuro demográfico


      Europa ha alcanzado una esperanza de vida más larga y con frecuencia saludable gracias principalmente a la paz de que ha disfrutado en los últimos 60 años, la cual ha propiciado en nuestro continente un nivel de estabilidad y prosperidad sin precedentes. La mejora de las condiciones de vida durante la segunda mitad del siglo XX y el progreso de la medicina han hecho posible que vivamos más y mejor. En los últimos 40 años la esperanza de vida se ha incrementado en 8 años, a razón de dos años por década, y los demógrafos estiman que lo seguirá haciendo durante los próximos 40, con lo que, evidentemente, la proporción de personas mayores en la sociedad crecerá. En la actualidad, las personas mayores de 65 años suponen el 16% de la población europea. En el año 2050, esa cifra podría incrementarse hasta el 30% según las tendencias de mortalidad, fertilidad y migratorias.

      La segunda causa del envejecimiento demográfico es la baja tasa de natalidad de la Unión Europea. Actualmente oscila entre 1,2 y casi 2 nacimientos por mujer, con una media para la UE del 1,5. Estos valores tan bajos pueden ser el reflejo de los condicionantes que dificultan que las personas concreten su deseo de tener niños. Debemos sin duda adaptar nuestras sociedades para que se pueda concretar ese deseo, lo que requiere que los padres tengan ambos en la misma medida la oportunidad de conciliar su vida laboral y familiar. En el ámbito europeo tratamos de fomentar una necesaria modernización de las políticas familiares, que no dejan de ser en cualquier caso responsabilidad de los estados  miembros, a través de la Alianza Europea para la Familia, una plataforma para el intercambio de experiencias.

      Tanto el aumento de la esperanza de vida como la baja tasa de natalidad contribuyen a un envejecimiento demográfico gradual. Sin embargo, existe otro proceso que hará que este envejecimiento suponga un reto de forma mucho más inmediata: los coetáneos que nacieron como resultado de la explosión demográfica son ahora casi sexagenarios y empezarán a jubilarse pronto. Este hecho reducirá el número de trabajadores potenciales e incrementará el de los pensionistas, con lo que la proporción entre la población activa y la jubilada cambiará rápidamente.

La transformación demográfica como puerta hacia una sociedad mejor


      La transformación demográfica es el eje sobre el que gira el cambio social y necesita respuestas en forma de políticas innovadoras. El aumento de la esperanza de vida es uno de los logros mayores de Europa, si bien al producirse junto a un descenso de la fertilidad, requiere cambios importantes en lo que respecta a nuestra manera de vivir, trabajar y prepararnos para la jubilación. El grupo de población de edades comprendidas entre los 15 y 64 años reducirá su número en 48 millones de personas para el año 2050, con lo que la proporción de dependencia (entre la población activa y la jubilada) de la población mayor se doblará en este periodo. En cualquier caso, las personas sexagenarias y septuagenarias tienen hoy día unas condiciones físicas mejores que nunca antes y representan un gran potencial para la sociedad. El reto mayor de los próximos años será garantizar que los hijos de la explosión demográfica sigan siendo miembros activos de la sociedad bien prolongando su vida laboral, bien como voluntarios, o cuidando de sus nietos u otros familiares que lo necesiten. El envejecimiento activo será algo beneficioso para todos, y las encuestas muestran que conlleva un mayor grado de satisfacción personal y salud. Pero un envejecimiento activo no sólo empieza cuando se alcanza la edad de jubilación, sino que la base se establece mucho antes y sin duda incluye un modo de vida saludable y la disposición para aprender durante toda la vida.


LOS ESTADOS MIEMBROS HAN ADMITIDO QUE SE PODRÍA MEJORAR MUCHO EN ESTA MATERIA MEDIANTE UN MAYOR DIÁLOGO Y LA COOPERACIÓN EN ASUNTOS RELACIONADOS CON LA REFORMA DE LOS SISTEMAS SANITARIOS Y DE PENSIONES



Beneficios sociales y mantenimiento del equilibrio entre generaciones


      La disminución del empleo en una época en la que las personas mayores tienen necesidad de unas condiciones de salud y pensiones dignas y de cuidados con regularidad hará que la disponibilidad de recursos para beneficios sociales de forma sostenible suponga un reto. Las previsiones de incremento para gastos en este apartado se sitúan en el 4,5% del PIB de la UE-25 para el 2050. Tanto el gasto público como el privado en pensiones, cuya media era del 13% del PIB de la UE en 2003, han asegurado que el hacerse mayor ya no esté asociado a una situación económica precaria ni a depender de los hijos.

      Los estados miembros han admitido que se podría mejorar mucho en esta materia mediante un mayor diálogo y la cooperación en asuntos relacionados con la reforma de los sistemas sanitarios y de pensiones, y se han puesto de acuerdo para trabajar juntos en el llamado método de coordinación.

      Sin embargo, la capacidad futura de Europa para proporcionar a la población mayor pensiones adecuadas dependerá esencialmente de si la edad de jubilación se puede elevar y los sistemas de pensiones se pueden adaptar al incremento de la esperanza de vida. Se trata de un reto común para todos los sistemas de pensiones puesto que todos tienen que compensar el aumento de la esperanza de vida y el descenso del número de trabajadores de más edad. El llamado sistema de capitalización individual de pensiones se ve directamente afectado por el envejecimiento de la población, ya que su futura base contributiva decrece mientras el número de beneficiarios aumenta. De ahí que una edad de jubilación común conlleve beneficios más prolongados en el tiempo, con lo cual, la financiación ha de correr a cargo de una futura población activa. De no ser así, los beneficios serían sin duda menores. Los sistemas financiados pueden resultar seguros en lo tocante a la base contributiva, pero el incremento de la esperanza de vida también conlleva un desequilibrio: si las contribuciones no se aumentan y/o las personas se jubilan más tarde, los beneficios serían menores.

      Trabajar durante más tiempo es una finalidad explícita para Europa en el contexto de Lisboa, tanto a través del objetivo de incrementar la tasa de empleo de los trabajadores de más edad (entre los 55 y 64 años) hasta el 50% como del objetivo de incrementar en 5 años la edad de jubilación. Un periodo laboralmente activo más prolongado redunda en más años de aportación y menos de beneficio, con lo que contribuye directamente al ajuste de un sistema de pensiones sostenible. Los beneficios que se derivan de los sistemas de pensiones los convierten en parte importante de las instituciones laborales, con lo que es crucial que el sistema de incentivos que suponen sea de ayuda para el mercado de trabajo.

Conclusión


      El envejecimiento de la población europea requiere cambios importantes en nuestro modo de vivir, trabajar y prepararnos para la jubilación. No sólo tenemos que garantizar una respuesta más adecuada a las necesidades de las familias y mejorar las posibilidades de conciliar la vida laboral y familiar, sino que una parte cada vez mayor de nuestros mayores necesita de la movilización de todo el potencial de los trabajadores de más edad. La clave para atajar el reto del envejecimiento residirá entre otras cosas en utilizar las oportunidades que se presenten con la reforma de los sistemas sanitarios y de pensiones y en prevenir los efectos de la jubilación de la generación de la explosión demográfica. Esto hará posible que aumente la capacidad de los estados miembros para garantizar unos beneficios sociales adecuados para los mayores y que se invierta en las generaciones jóvenes al mismo tiempo, lo que irá en favor de la solidaridad intergeneracional. De este modo, la transformación demográfica también nos ofrece la oportunidad de contar con un renovado y mejor entendimiento entre generaciones, lo cual redunda en beneficio de la sociedad en su conjunto.